Argumentos y libretos de óperas

“Suor Angelica” de Giacomo Puccini

Suor Angelica es una ópera en un acto con música del compositor italiano Giacomo Puccini (Lucca, 1858 – Bruselas, 1924), sobre un libreto de Giovacchino Forzano. Es la segunda de las tres óperas (junto a Il Tabarro y Gianni Schicchi) que conforman Il Trittico (El tríptico) que se estrenó en el Metropolitan Opera House de Nueva York el 14 de Diciembre de 1918.

Il Trittico, gira en torno a La Divina Comedia de Dante Alighieri, y Suor Angelica se corresponde con la parte del purgatorio, una de las tres divisiones de la obra.

Es una obra típicamente verista. Puccini, para ambientarse, visitó el convento de Vicopelago en el que su hermana Higinia era la Abadesa. Observó la vida cotidiana de las monjas, conversó con ellas y cuando tuvo finalizada la obra fue personalmente a tocar al convento la versión para piano.

Es una de las pocas obras que sólo tiene intérpretes femeninas.

Unusual Puccini - Portada

UNUSUAL PUCCINI ©
Una concepción operística en otra clave

FIORELLA SPADONE - SOPRANO
REINALDO SAMANIEGO - TENOR
GASTÓN MEZA - BARÍTONO
DAMIÁN ROGER - PIANISTA

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Personajes

  • Sor AngélicaMonja de Clausurasoprano
  • Tía PrincesaTía de Angélica — contralto
  • Madre AbadesaAbadesa del Convento — mezzosoprano
  • Hermana CeladoraUna Monja — mezzosoprano
  • Maestra de NoviciasUna Monja — mezzosoprano
  • Sor GenovevaUna Monjasoprano
  • Sor OsminaUna Monjasoprano
  • Sor DolcinaUna Monjasoprano
  • Hermana EnfermeraUna Monja — mezzosoprano

Argumento

La acción se desarrolla en un monasterio a fines del año 1600.

En el patio solitario de un monasterio, terminadas las Vísperas, hermanas y novicias se reúnen a pasar el recreo cotidiano. Hablan de pequeñeces que las preocupan: de las penitencias para las hermanas que han llegado tarde al coro, de la fuente que parece de oro porque la iluminan los rayos del sol, de Suor Dolcina, que es muy golosa y de Bianca Rosa, cuyo recuerdo evocan con ternura y melancolía. Suor Genoveva, que en el mundo fue pastora, expresa candorosamente el deseo de ver un corderito, de sentirlo balar y poder acariciarlo. Suor Angélica, por su parte, confiesa no tener ningún deseo. La Hermana Enfermera entra presurosa pidiéndole a Suor Angélica, que se ocupa de preparar ungüentos y remedios para plantas y flores, una poción para una hermana a la que las abejas han picado. En ese momento aparecen las hermanas mendicantes, trayendo provisiones para la comunidad. Una de las hermanas anuncia una visita en el locutorio y dice que ha visto cerca de la puerta una elegante carroza.

Suor Angélica deja el cuidado de las flores y se acerca apresuradamente. ¿Cómo es el carruaje? ¿Lujoso? ¿Tiene un blasón? La campanilla del locutorio suena. La Abadesa llama a Suor Angélica. Su corazón siente ahora la esperanza que nunca osó albergar. Luego de siete largos años, ha venido a verla su anciana tía, austera y rígida. Trae un pergamino que Suor Angélica debe firmar. La anciana princesa tiene para la sobrina, a quien ella misma ha enclaustrado para castigarla por un amor desgraciado, palabras sin misericordia, aún cuando le anuncia que su otra sobrina, hermana menor de Suor Angélica, está por contraer matrimonio. Pero esta todo lo soporta, porque sólo desea saber una cosa, dónde está su hijo, el hijo que vio una sola vez y que le fue arrancado de los brazos. La anciana se niega a decirlo, pero la madre, fuerte en su derecho, la obliga. Al fin sabe la verdad terrible: el niño ha muerto hace dos años. La religiosa cae al suelo sollozando. Luego firma el pergamino sin leerlo, y permanece sola en las sombras del atardecer, evocando tiernamente a su hijito en una desolada plegraria.

El drama humano ha terminado; pero a este drama intenso e irreparable se agrega ahora un último episodio: el milagro. En un momento de exaltación, Suor Angélica bebe el jugo de una planta venenosa, pero al darse cuenta que ha cometido suicidio y que por ser un pecado mortal no podrá ver a su hijo en el más allá, presa de arrepentimiento, pide clemencia a la Virgen. Todo cuanto rodea a la moribunda se transforma, ahora, en una visión mística y reconfortante.

Libreto y otros enlaces de interés

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Agradecimiento

Agradecemos especialmente al Taller de Práctica Escénica de Fundamús y a Kareol, sitio web de Eduardo Almagro López, por permitirnos utilizar parte de sus contenidos.